“Poder para”, “poder sobre“

El rol de poder, es un rol necesario en las Organizaciones y en algunos colectivos. El cómo se ejerce, o mejor dicho desde dónde y para qué, está cambiando al ritmo que lo están haciendo las Empresas, los grupos, la sociedad y nuestros tiempos.

El poder “ejercido sobre” otros desde una posición por encima de no es eficaz, ni realista en el contexto social actual. Hoy se buscan personas que ejerzan otra clase de poder, “el poder PARA”:

  1. Ser capaz de sostener al colectivo.
  2. Transformar la antigua voz interna “de jefe” en una comunicación para el
  3. Fomentar una visión de sistema centrada en la mirada del todo, el autoconocimiento y la integración de pasado, presente y futuro.
  4. Gestionar una dirección no separada del colectivo.
  5. Crear una comunidad tolerante y respetuosa que se enriquece con las diferencias y la diversidad, que comparte y enfatiza el cuidado personal.
  6. Estar presente y con autoridad, que no autoritarismo.
  7. Generar la confianza y cohesión, que serán la fuerza del grupo en los momentos conflictivos y adversos.
  8. Apostar por la sabiduría y el talento cada miembro.
  9. Atender a las emociones y al espíritu de cooperación.
  10. Cuidar por igual de los resultados, de los procesos y de la personas.
  11. Tener la humildad de pedir ayuda y no ser omnipresente.
  12. Cuidar los contextos y representar a todos.
  13. Estudiar el momento presente y aprender de él (Feedback).
  14. Fomentar los valores del colectivo.
  15. Facilitar el crecimiento y soltar el modelo paternalista.

¿Desde dónde ejerces el poder en tu colectivo?, ¿Cómo lo haces cuando tienes un rol de poder en tu vida personal y/o profesional?

 

Empresas Humanas, adiós a las antiguas políticas de gestión de personal.

Es innegable, estamos aquí, viviendo un cambio de paradigma: hemos pasado de pensarnos Empresas que se ocupaban de gestionar sus recursos personales, a Organizaciones que saben que son sus personas y que el modelo de convivencia colectiva hacia mejores resultados incluye lo emocional además de la gestión de personal.

Durante años trabajé en el área de relaciones laborales y recursos humanos de grandes Empresas del panorama nacional, en donde invertíamos mucho tiempo en los costes de personal, el tipo de contratación o a los planes de formación.

Poco a poco comenzaron a tenerse en cuenta las llamadas competencias emocionales, en el área del trabajo, y este enfoque creado por Goleman y su inteligencia emocional, ha ido dando paso a un hoy por el que siempre me he movido, un modelo de la integración de los sentimientos en las Organizaciones.

Cada vez más Empresas salen de su burbuja pasada e invierten en mejorarse por dentro y contribuir a un cambio en sus cuentas que ya es social.

Me cuesta encontrar las palabras para escribir lo que ha sido pasar en estos años a participar en este cambio de modelo empresarial, como poco humanizante.

Vivo con entusiasmo el encontrarme con Compañías que quieren tener un sentido, en el que la voz de sus empleados cuenta, que fomentan su salud emocional, que quieren que su marca empresarial refleje el alma de sus componentes, que crean tiempos para conocerse, que uno de sus principales valores es poner en el centro a los suyos para contar con su compromiso, que ejercen el liderazgo “para un fin” y cuya base más sólida está en fomentar la confianza.

Recientemente leí este titular: “Hemos pasado de no querer saber mucho de nuestros empleados por si había que prescindir de ellos o cambiar sus condiciones de trabajo, a buscar momentos de verdadera conexión, de hacer piña, entenderles y conocer lo que sienten”.

La tecnología es esencial, pero sólo los sentimientos nos permiten seguir creciendo, y por ahora es una cualidad de la personas.

Si todavía no te has planteado un nuevo modelo de gestión emocional en tu colectivo, es momento de comenzar a transformar estructuras que están obsoletas: bienvenidas Empresas Humanas, adiós a las antiguas políticas de gestión de personal.

¿Quieres ser parte del cambio?

 

Quejas sí, quejas no

¿Eres de los que te encanta quejarte, te quejas mucho, poco, nada o detestas a los “quejones”?, en un tiempo en el que se nos anima a pensar en positivo, es un concepto controvertido, quejarse sí, quejarse no,… ¿estará bien visto?.

Me posiciono a favor de la queja saludable y para un fin.

“Niño no te quejes”, le dicen a uno desde pequeño. Como si cuando pedimos o expresamos ese disgusto, dolor o malestar fuera algo que no estuviera bien. Lo cierto es que como todo la queja tiene su parte oscura y su parte luminosa.

Esto es, su oscuridad se manifiesta cuando uno nunca se queja y se queda con sus “sin sabores” para sí, la incomodidad se manifiesta en el cuerpo en forma de síntoma, y las situaciones que no funcionan se alargan hasta estancarse o explotar.

Seguro que conoces un ejemplo de alguien que nunca se queja y se lo “traga todo” y finalmente de no quejarse “le salió por algún sitio”.

La parte luminosa de la queja es que se trata de una forma de exteriorizar algo que nos está provocando digamos un sentirnos mal internamente con alguien o con algo. Luego cuando usamos la queja para expresarlo, nos da la oportunidad de sacarlo a la luz y tomar acción. Y una queja bien formulada se convierte en una petición adecuada, que todavía resulta más saludable.

¿Qué pasa en tu entorno personal o de trabajo cuando algo te está molestando y no lo expresas?, pues que según las estadísticas se va haciendo una bola interna, con reflejo externo de un mayor malestar, a la espera de que la situación cambie ¿por arte de magia?.

El lado oscuro de la queja, asoma cuando nos encontramos a nosotros mismos o a otros, instalados en la protesta de lo que no funciona o de lo que falta, sin el compromiso de formularla con un fin, ni de que vayamos a tomar acción, y “el escupir nuestro veneno interno sin más” es tan dañino y tiene los mismos efectos secundarios que “tragar y callar”.

¿Cuál es entonces la situación ideal en el acto de manifestar un dolor, un pesar o un esto me está afectando?, ¿en qué consiste entonces una queja saludable? pues en aprendas a utilizar este punto de molestia para un propósito positivo: informar de lo que te genera incomodidad para que tanto tú como las demás partes afectadas podáis hacer cambios al respecto.

¿Te imaginas si hubieras escuchado algo así  como: “niño, por favor quéjate para que sepamos lo que te pasa y podamos hacer algo”?.

Prueba a observarte.

 

No sé lo que quiero, estoy perdido

¿Alguna vez te ha pasado que estás en un punto, en el que no sabes qué quieres, ni qué dirección tomar?. Esos momentos en los que el presente no en un buen lugar para estar, ni sabes qué es lo que te dará una satisfacción a futuro.

Te puedes sentir una persona no realizada y frustrada cuando no eres consciente de lo que te hace feliz en algún área de tu vida, o peor aún en varias. Lo primero que puedes hacer, es tratar de poner calma en esta situación, detenerte y no seguir avanzando por avanzar.

El reconocer que no sabes hacia dónde vas, ya es una valiosa ocasión en sí misma, porque aunque duela, “perderte” te empuja a coger un mapa y descifrar dónde estás, a dónde quieres llegar y cómo hacerlo. Este mapa lo puedes hacer solo o acompañado de un profesional, que te ayude a retomar las riendas de tu vida.

Si estás leyendo este post y te sientes perdido, te puede ayudar:

  1. Parar, y tomar perspectiva.
  2. Escucharte y aprender a conectar con tu voz interior.

Saber que aunque puedas sentir incertidumbre, eso no significa que que no haya un nuevo camino para ti, tan solo es cuestión de descubrirlo.

Autoconocerte: indaga sobre ti mismo, recuerda lo que más te gustaba cuando eras niño, qué personas son las que más admiraras, revisa la relación con tus padres, y mira hasta que punto otros han venido tomando decisiones por ti, a veces fluctuamos porque no sabemos decidir o por miedo al compromiso, conocerte te dará una información poderosa para comprender tu confusión presente.

No pelarte contigo y tener una aptitud de comprensión y certeza de que tienes un potencial de posibilidades que tan sólo no ves aún.

Aprende a establecer metas pequeñas y a corto plazo, entrenar la concreción te ayudará a ir teniendo foco, evitará que disperses tu energía e irás ganando claridad y seguridad interna.

Acepta que sabes mucho más acerca de lo que quieres, y deja el discurso del no sé, estoy perdido, no puedo, …. permanece atento a lo que te dices y crea mensajes que te abran posibilidades.

Pide apoyo, comparte lo que te pasa y te preocupa, aunque nos parezca que el resto lo tiene claro, te sorprenderá la de veces que todos pasamos por estos momentos.

Práctica técnicas de conexión contigo, meditación, biodanza, senderismo, teatro terapéutico, focusing… la que más te resuene.

Agradece reinventarte en este punto del camino y transforma este momento en una oportunidad de cambio.

¿Te acompaño?

Conflicto o Solución

¿Qué te pasa por la cabeza cuando escuchas la palabra conflicto?, por experiencia te diré que la mayoría tendemos a evitarlos a toda costa, reprimiendo incluso lo que queremos con tal de que no se den.

Nos resulta desagradable “confrontar” porque nos saca de lo conocido, de la creencia  colectiva acerca de que “es mejor no discutir”, que probablemente acompaño tu educación, de la mía recuerdo frases como: “no te vayas a enfadar”, “dos no discuten si uno no quiere”, “el mejor conflicto es el que no se tiene” o “en todo conflicto ya sabes,… uno gana y otro pierde”.

Con seguridad, tendrás miedo al conflicto si te ha pasado que viviste situaciones en las que se dio con agresividad, turbulencias, reproches o daño emocional.

Pero, ¿y si supieras conectar con la oportunidad de cambio tan valiosa que entraña cada conflicto que llega a tu vida?, ¿tratarías de desaprovecharlo?.

Es a través del conflicto que podemos observarnos, descubrir cuáles son nuestras necesidades y las del otro, expresar nuestros sentimientos y hacernos peticiones que sirvan para atender nuestros deseos presentes. ¿Dónde queda toda esta riqueza cuando no puedes mirarlo?. Las personas y las organizaciones crecemos con las crisis y es así, no existe la evolución si todo está permanentemente en calma.

Desde mi infancia, tuve la experiencia de vivir no pocos conflictos con dolor, y posteriormente de temerlos. Cuando descubrí que no tiene porqué ser así si aprendes a gestionarlos, cada conflicto es una ocasión para hacer un alto en el camino, conectar con lo que necesito y valoro, identificar las emociones que se mueven y asumir los cambios que estoy dispuesta a hacer y a pedir. Y sé que no mirarlos, me lleva a estancarme en una calma relativa, consciente de que todo conflicto vuelve a emerger porque quiere ser escuchado.

Te propongo que la próxima vez que te sientas en conflicto, abras tu mente a las soluciones que te entrega. O puedes seguir parado en la creencia de que no es más que un mal momento a eludir como poco, a costa tuya.

¿Te está pasando que no sabes cómo gestionar un conflicto?